Las nebulosas son regiones del medio interestelar constituidas por gases (principalmente hidrógeno y helio) y polvo. Tienen una importancia cosmológica notable porque son los lugares donde nacen las estrellas por fenómenos de condensación y agregación de la materia, aunque en otras ocasiones se tratan de los restos de una estrella que ha muerto.
Las nebulosas se localizan en los discos de las galaxias espirales y en cualquier zona de las galaxias irregulares, pero no se suelen encontrar en galaxias elípticas puesto que éstas apenas poseen fenómenos de formación estelar y están dominadas por estrellas muy viejas. En el caso extremo de una galaxia con muchas nebulosas sufriendo un intenso episodio de formación estelar se denomina galaxia starburst.
Antes de la invención del telescopio, el término nebulosa se aplicaba a todos los objetos celestes de apariencia difusa. Por esta razón, a veces las galaxias (conjunto de miles de millones de estrellas, gas y polvo unidos por la gravedad) son llamadas impropiamente nebulosas; se trata de una herencia de la Astronomía de siglo XIX que ha dejado su signo en el lenguaje astronómico contemporáneo.
Las nebulosas se pueden clasificar en tres grandes categorías dependiendo de la naturaleza de su luz:
Nebulosas oscuras
Una nebulosa oscura (también llamada nebulosa de absorción), es una acumulación de gas o polvo interestelar no relacionado con ninguna estrella o alejado de éstas, de tal forma que no recibe su energía, por lo que su presencia sólo es advertida por contraste con un fondo estelar poblado más alejado que la nebulosa.
Un ejemplo de este tipo de nebulosa es el Saco de Carbón, en Crux, a unos 550 años luz del Sol. Otro ejemplo harto conocido es la famosa Cabeza de Caballo, una nebulosa asequible a medianos telescopios y ubicada sobre el fondo de Orión.
En este caso la nebulosa no emite ninguna luz al encontrarse lejos de estrellas, pero sí absorbe la luz de objetos que se esconden detrás de ella. Por lo tanto, su presencia se deduce por una región oscura que destaca sobre el fondo del cielo estrellado. Un ejemplo típico es la denominada Saco de Carbón en la Cruz del Sur, aunque también es muy famosa la nebulosa Cabeza de Caballo, en la constelación de Orión. Además, toda la franja oscura que se observa en el cielo cuando miramos el disco de nuestra Galaxia es una sucesión de nebulosas negras.
Nebulosas de reflexión
Estas nebulosas reflejan la luz de estrellas cercanas que no son lo suficientemente masivas y calientes como para emitir la radiación ultravioleta necesaria para excitar el gas. Generalmente, estas nebulosas están formadas con los relictos del gas que dio origen a la estrella. El caso más representativo es la nebulosa en torno a la estrella Mérope en el cúmulo abierto de las Pléyades.
Nebulosas de emisión
Fantástica imagen de la Nebulosa del Águila, M 16.
En este caso, el más común, el gas que compone la nebulosa brilla como consecuencia de la transformacion que sufre por la intensa radiación ultravioleta de estrellas vecinas masivas y calientes. En astrofísica estos objetos se denominan regiones H II y son fundamentales a la hora de analizar la composición química y las propiedades físicas de las nebulosas (y de las galaxias en las que se encuentran) gracias al análisis de su espectro, compuesto de multitud de líneas de emisión de los elementos químicos que albergan. La línea de emisión más brillante e importante es H alpha, localizada en la zona roja del espectro (a 6562,82 Angstrom), siendo éste el motivo por el que dicho color domine en las imágenes tradicionales de nebulosas de emisión. Pero también se detectan líneas de emisión de helio, oxígeno, nitrógeno, azufre, neón o hierro. Dependiendo de la naturaleza de la nebulosa de emisión, se subdividen en dos grupos totalmente distintos:
Las nebulosas de emisión asociadas a regiones de formación estelar, asociadas a estrellas muy jóvenes, masivas y calientes, incluso en proceso de formación (plópidos y objetos Herbig-Haro) y a nubes moleculares. El caso más famoso es la Nebulosa de Orión (M 42), la más cercana a la Tierra, pero otros ejemplos destacables pueden ser la Nebulosa del Águila (M 16, en la constelación de la Serpiente), la Nebulosa Trífida (M 20, en la constelación de Sagitario) o la nebulosa de la Laguna (M 8, también en Sagitario).
Por otro lado, las nebulosas de emisión asociadas a estrellas moribundas o ya fallecidas se denominan nebulosas planetarias (nombre que nada tiene que ver con los planetas reales, son las capas exteriores de la atmósfera de una estrella de masa baja o intermedia que ha finalizado su ciclo de evolución) o restos de supernova (el material liberado en la titánica explosión de supernova que pone fin a las estrellas de alta masa). En el caso de las nebulosas planetarias, el gas es excitado por un objeto muy pequeño y caliente, una enana blanca, que es el núcleo desnudo de la estrella muerta. El ejemplo más típico es la Nebulosa Anular de la Lira (M 57 en la constelación de la Lira), aunque también es muy famosa las nebulosa planetaria de la Hélice (en la constelación de Acuario). El gas que compone los restos de supernova (en castellano no se dice remanente de supernova) está en transformacion tanto por la propia energía dada al gas durante la explosión como por la estrella de neutrones (o púlsar) en el que se ha convertido el núcleo de la estrella masiva muerta. El ejemplo más famoso de resto de supernova es la Nebulosa del Cangrejo (M 1, en la constelación de Tauro).